Me gusta ir al rio a pescar sin anzuelo,
Me siento en la ribera comiendo me un caramelo,
Me quedo maravillado con la inmensidad del cielo,
Me siento seguro y tranquilo aunque estoy solo.
Escucho el continuo fluir de la corriente,
Observo las hojas y ramas de los fresnos que se agitan con la suave brisa de verano,
Y de repente salta una rana sorprendida por la repentina llegado de un cuervo,
Me absorbe la sintonía de la naturaleza y me empapo del conocimiento del medio.
Entonces me levanto y saltando de piedra en piedra cruzo el rio
Y salgo corriendo hasta la tapia de la ermita que trepo con cuidado
Y después del esfuerzo me sorprende la inscripción en las piedras encima del portón.
Vaya! que bonitas me disparan la imaginación a un pasado de caballeros y guerreros luchando por unir a los diferentes reinos.
Dibujo un escudo en la arena con un palo de abedul y lo adorno con hojas de acebo y piñas de piñonero.
Veo entonces un arbusto de moras y me como dos docenas,
Luego recojo unas pocas nueces del suelo y me siento a contar las ovejas de un rebaño que pasta en el prado cercano.
Dos cientos treinta y cuatro ovejas y tres perros mastines,
Me parece que tocan a setenta y ocho ovejas por perro.
Donde estará el pastor me pregunto a mí mismo.
Entonces oigo una voz y me giro.
Es un pelegrino que me pregunta por el camino frances,
Debe de ser de muy lejos porque no reconozco sus palabras
Y además lleva mochila y sus sandalias están muy desgastadas.
Aun así nos entendemos como si fuéramos amigos
Y le doy una nuez y entre risas nos despedimos.
El sol se está poniendo así que me voy corriendo,
Que mi madre habrá venido a recogerme
Y quiero contarla todo lo que hoy he vivido,
O lo que es lo mismo, todo lo que hoy he aprendido.
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